En los 82 kilómetros que recorre el río Reconquista, desde General Rodríguez, Merlo y Moreno hasta el Delta del Tigre, se concentra un tercio de la población del país. Causa el 22% de la contaminación del Río de la Plata, y el ente implementado para su saneamiento no hace nada. Los ambientalistas claman por acciones concretas, que parecen no llegar.
Miguel tiene ocho años y un asma que lo acompaña desde que nació. Cuando se ahoga, su mamá, Carolina, mira enfrente de su casa y se aflige. Viven en el barrio 9 de Julio, ubicado a la vera del arroyo Morón, en la cuenca del río Reconquista, junto a otras 170 familias.
El médico de Miguel ya les explicó que, si siguen viviendo allí, las crisis respiratorias de su hijo seguirán empeorando. Pero Carolina vuelve a mirar el arroyo, las decenas de casitas precarias que se asientan en su orilla, y se resigna: “Yo no me voy porque no tengo a dónde ir a parar”. Las casas no tienen ni agua corriente ni cloacas, y los desechos de los baños van a parar directamente al arroyo.
Desde la Ruta 4, que bordea el barrio, se ven los caños que salen de las viviendas y drenan los efluentes sobre el agua, en donde se mezclan con los kilos de basura que se suman a los residuos industriales y domiciliarios que el cauce viene trayendo desde su nacimiento, en la 7ª Brigada Aérea de Merlo. Cuando el arroyo se una con el río Reconquista, en el límite con Tres de Febrero, verterá en él sus inmundicias y le aportará el 70% de su contaminación total.
Pero acá, a unos metros del arroyo y cerca de este barrio, los vecinos descubrieron tres bombeadores que una cooperativa usa para sacar el agua de ese cauce, filtrarla y distribuirla hasta sus casas. “Sabemos que es intomable porque está contaminada. Si llenamos un vaso, vemos el sarro que tiene. Intentamos usarla solamente para lavar y bañarnos, pero hay vecinos que la consumen”, explica Yolanda, otra de las habitantes de 9 de Julio.
A unos pocos metros de las casas, hay un basural a cielo abierto que se fue conformando porque los camiones de la empresa recolectora dejaron de entrar al barrio. Los vecinos tuvieron que naturalizar que sus residuos se dejan en la bajada del arroyo y que, cuando llueve, el agua inunda las casas con los residuos cloacales, la basura y los desechos que arrastra el Morón. Hace una semana, una organización social invitó a Carolina a un acto oficial en La Plata. La mujer se inmiscuyó entre la multitud y alcanzó a entregarle una carta en mano a la Presidenta, en la que le pedía una solución. “Es la última esperanza que nos queda”, dice.
Al igual que Carolina y Yolanda, más de 4 millones de personas –el 13% de la población del país– viven en la cuenca del río Reconquista, el segundo más contaminado del país después del Matanza-Riachuelo. Su zona de influencia alcanza a 18 municipios bonaerenses pero, a diferencia de lo que sucede con el Riachuelo, al que la Corte Suprema de Justicia nacional ordenó sanear, distintos organismos denuncian que aún no se encararon acciones para revertir su deplorable estado sanitario. PERFIL recorrió su cuenca para conocer cómo miles de habitantes lidian con la contaminación diariamente.
Agua que no has de beber. El río Reconquista se extiende por 82 kilómetros, que van desde el límite entre General Rodríguez, Moreno y Merlo, hasta su desembocadura en el río Luján, en Tigre. Unos pocos kilómetros más adelante, se une al Río de la Plata, de donde se extrae el agua para abastecer a 14 millones de personas. Según un informe elaborado en 2007 por la Defensoría del Pueblo de la Nación, “entre el 15% y el 22% de la carga contaminante del Río de la Plata la aporta el Reconquista”.
“Ese mismo informe lo declaró un río muerto y ésa es la verdad acerca de su estado”, coincide Adriana Córdoba, integrante de la organización Centro Oeste de Estudios Políticos y Socioambientales (Coepsa). La Defensoría Nacional certificó que, en el Reconquista, hay metales pesados en forma permanente, “con valores entre dos y 16 veces mayores a los tolerables”, y pesticidas que exceden “entre cuatro y 400 veces” los máximos aceptables. Este tipo de componentes evidencian la presencia de desechos que las industrias vierten al río sin tratarlos previamente. De acuerdo al Indice de Contaminación de las Aguas por Efluentes Industriales (Icapi), su nivel de contaminación es severo.
En la cuenca del Reconquista, hay 21.888 industrias, de las cuales “el 30% vuelca sus desechos en el río”, dice Verónica Gladario, directora de Controles Ambientales del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible de la Provincia de Buenos Aires (OPDS), ente encargado de fiscalizar y obligar a las empresas y a las plantas cloacales a tratar sus efluentes antes de tirarlos al río. La funcionaria asegura que todas las industrias de la cuenca han sido controladas y que, todos los años, se extraen muestras de agua para analizarlas. “A veces, los parámetros dan mejor y, otras, peor, porque el caudal es cambiante. Hemos clausurado industrias y les hemos pedido que adecuen sus vuelcos”, remarca. Asegura que la OPDS realiza 2 mil controles mensuales.
En Coepsa sostienen que aún hay cientos de industrias y de plantas cloacales que no cumplen. Horacio Ale es otro de los integrantes de la organización, conoce el río desde que nació y recuerda que, hace cincuenta años, las familias de la zona, como la suya, lo usaban como paseo turístico. Hoy, el contacto con el río implica un riesgo para la salud. Cuando su ONG le pidió a la OPDS un registro de industrias, “nos dieron un informe en el que el 80 por ciento de las empresas figuraba ‘sin datos’”, dice.
Aun en el límite entre la cuenca alta y la media del río, en la zona de Moreno, donde, según el Indice Nacional de Contaminación de las Aguas (ICA), el agua presenta una “contaminación orgánica leve”, el Reconquista empieza a tener otro caudal. PERFIL recorrió la zona y llegó hasta el frigorífico Minguillón. El olor es insoportable y, a unos metros de la planta, se puede ver la conexión a través de la cual el frigorífico vuelca sus desechos directamente al río. El color de los efluentes es de un negro intenso y se diferencia claramente del tono amarronado del agua.
Si se sigue el lecho del Reconquista, se llega también a la desembocadura de la planta cloacal de Moreno. “El agua sale constantemente con desechos y está deficientemente tratada”, dice Jorge López Jorand, de una ONG de Moreno. El olor se percibe apenas se pasa por el lugar y, algunos metros más adelante, se llega a un asentamiento que se extiende por varias cuadras, desde donde también se tiran los desechos domiciliarios. La bajada está llena de basura.
Vulnerabilidad sanitaria. La situación sanitaria de la población que vive en la cuenca del Reconquista “es la peor de la Región Metropolitana de Buenos Aires”, alerta el informe de la Defensoría del Pueblo nacional, que también puntualiza que cerca del 48% presenta necesidades básicas insatisfechas. A pesar de que hay nuevas plantas de tratamiento (en Moreno, Merlo, Hurlingham y Bella Vista), sólo pueden tratar el 30% de los efluentes cloacales de la cuenca.
Según un informe de AySA de 2011, “en la cuenca del Reconquista, el 56% de la población presenta elevados índices de vulnerabilidad sanitaria”, dado que, entre otras razones, “la cobertura de agua potable alcanza al 48 por ciento de la población” y “sólo el 22 por ciento tiene servicios cloacales”. Esta situación alimenta un círculo vicioso que parte de los recursos precarios que se utilizan para resolver la falta de provisión de agua corriente, como las perforaciones encamisadas y la toma directa de las primeras napas que, a su vez, están contaminadas porque, al no haber conexiones cloacales, es el lugar en donde terminan desagotándose los residuos de los baños. Por eso, diversos análisis bacteriológicos detectaron Escherichia coli, lo que indica que el Reconquista tiene contaminación fecal. En la unión con el arroyo Morón, las muestras alcanzaron valores hasta 16 mil veces superiores a los tolerables.
Las consecuencias pueden verse en el Delta: Martín Nunziata conforma la Asamblea Delta y Río de la Plata desde hace 35 años, cuando se mudó a las islas para “tener otra calidad de vida”.
Pero al poco tiempo, notó que el agua llegaba en malas condiciones. “Atravieso la desembocadura del Reconquista dos veces por día y la contaminación se ve en vivo y en directo, como podría verla cualquier funcionario que se molestara en venir”, dice.
Un ente provincial sin acción concreta, tapado por la burocracia
Los altos niveles de contaminación del Reconquista no han pasado desapercibidos para las autoridades provinciales que, en 1995, crearon la Unidad de Coordinación del Proyecto Río Reconquista (Unirec), un ente que iba a recibir US$ 250 millones del BID pero que quedó disuelto en 2001 ante la falta de contrapartida presupuestaria estatal. En 2002 se creó el Comité de Cuenca del Río Reconquista (Comirec), que recién comenzó a funcionar en 2008. Los municipios afectados por el Reconquista deben atenerse a su autoridad y conformar sus propios consejos consultivos para comprometerse con su saneamiento.
Sin embargo, al día de hoy, sólo cuatro de los 18 distritos de la cuenca organizaron sus consejos. Por eso, a principios de julio, las organizaciones ambientalistas le exigieron a la Provincia que exhorte a los otros 14 municipios. Aún no hubo respuestas. PERFIL intentó entrevistar a las autoridades del Comirec, quienes sólo respondieron la consulta a través de correos electrónicos porque aseguraron estar “tapados entre rutas e inundaciones” y “ocupados en el armado del presupuesto”. Desde el organismo aseguraron que “se han realizado estudios para intervenir la cuenca, encuentros para la planificación territorial de agua y cloacas, limpieza de los márgenes y residuos de los cursos principales y controles para que no se inunden las áreas aledañas”. Nada mencionaron acerca de acciones concretas que se estén llevando a cabo para sanear el río.
Por Melisa Maturano